Te levantas una mañana. Lunes. Siete y pico. Subes la persiana y llueve. Y deciedes no darle importancia a nada.
Ya me ha dejado de importar lo importable. He dejado de repetir tu nombre sin darme cuenta. De imaginar conversaciones que podrían suceder. De escribir tu nombre en el borde de mis cuadernos y de dibujar corazones a continuación.
He dejado de pasarme las horas mirando tus fotos. De imaginarnos juntos, he dejado de quererte.
He dejado de pensar. De escuchar esas canciones que me recuerdan a ti. De recordar tu sonrisa.
Ha dejado de importarme si me hablas, de ver como miras a otras. De mirar tus comentarios. De tu humildad, de tu culpabilidad, de mi imposibilidad o mi improbabilidad.
He dejado de decir la verdad-
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